Hola a todos! Feliz viernes! Al menos en mi caso estoy en aislamiento desde hace una semana oficialmente (al principio por decisión propia, luego por imposición del gobierno). Como saben, he estado trabajando en un proyecto nuevo que temo no compartiré por ningún medio de momento, y estoy muy entusiasmada con este. Para entretenerse un poco durante este aislamiento, y puedan comenzar a hacer sus teorías y saber un poco más sobre la historia, les dejo el prólogo debajo. No duden en responder con sus preguntas o comentarios así empezamos alguna discusión divertida para sobrevivir estos días :)
Recuerden que esto es un draft es su versión más ruda, sin edición ni nada, así que no es definitivo.
Sean responsables y cuídense.
Xoxo,
Sofi
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No había nada para animar a la ciudad como una ejecución, o al menos aquello era lo que Tymmo decía.
—¡Entretenimiento gratis! —anunciaría él antes de incitar a todos a que lo siguieran a la plaza principal.
Jojo dudaba que una muerte pudiera considerarse un entretenimiento, aquello parecía algo solo reservado para el teatro o la ópera, por más que ella nunca había asistido a ninguno de estos, no a una persona siendo decapitada, o guillotinada, o quemada…. Aunque debía admitir que había cierta excitación en no conocer el método. Y nada lograba que uno se sintiera tan vivo, como presenciar la muerte de otro, y comprender lo frágil que en realidad era la existencia. Las personas se aferraban más a sus pertenencias cuando existía el riesgo de perderlas.
La plaza estaba atiborrada esa mañana, las personas inquietas ante la posibilidad de ver mages. Una plataforma había sido montada al final, justo en el frente del banco principal de Belair. Ella no pudo evitar perder a los demás niños de la calle entre la multitud. Los aristócratas no dudaban en apartarse de su camino y murmurar detrás de sus manos sobre las indeseables ratas callejeras y cómo los huérfanos eran una plaga difícil de eliminar de la vía pública.
Jojo se mantuvo aferrada con ambas manos a su gorra mientras intentaba avanzar para conseguir una mejor vista. Su cabello ya había crecido lo suficiente como para que blanquecinos mechones se escaparan debajo. Tymmo no tardaría en acercarse un día de estos para cortárselo de nuevo, como siempre había hecho desde que ella tenía memoria.
—¿Quién desea ser una niña? —preguntaría sin piedad con sus tijeras.
No podía contradecirlo en aquello. Desconocía el porqué, pero algo dentro de ella le susurraba que era lo más seguro. Había visto los rostros de las mujeres que vivían en la calle, y no era algo que ella quisiera sentir. Eso sin contar las muertes, y otras cosas peores que los adultos susurraban como escandalosos cotilleos nocturnos.
Se montó con cuidado sobre un bajo poste para amarrar caballos. Sus pies apenas cabían sobre la base, su equilibrio no era el mejor mientras estiraba la cabeza en un intento por conseguir una mejor imagen. La bresha sobre la plataforma parecía demasiado joven para ya haberse ganado una ejecución, pero eso era lo fascinante sobre la muerte: no discriminaba. No tenía piedad por ricos o pobres, hombres o mujeres, ancianos o niños.
La plaza estaba bordeada por guardias. El capitán estaba terminando de leer las acusaciones, algo sobre prácticas ilegales y calumnias. Algunas noches, en medio del frío y la humedad, Jojo deseaba ser un mage. Debía ser genial poseer poderes, manipular los elementos a su antojo o vengarse de quienes la molestaran con solo fruncir sus labios. En su mente, lo único que deseaba era ser capaz de generar calor para no dormir con frío.
Imaginó que habría otros a su alrededor, mages al servicio del gobernador o empleados por altos funcionarios, mezclados entre la multitud para mantener el orden de ser necesario. La ejecución de una bresha no era algo habitual, pero sí peligroso. Las leyes eran claras al respecto. Sus poderes resultaban tan fascinantes como peligrosos, y la justicia no perdonaría a ninguno que intentara utilizarlos para el daño social.
No pasó por alto a la joven de pie a su lado. Ella vestía de un modo gracioso, con una camisa blanca demasiado grande para su delgado cuerpo y un ajustado pantalón de cuero, su gran sombrero con una bonita pluma también le recordaba a los letreros de “se busca” de piratas. No dejaba de frotar sus muñecas vendadas, mientras murmuraba una y otra vez la misma palabra bajo su aliento.
A Jojo le tomó varios instantes entender.
—No, no, no, no, no…
Levantó la cabeza al escuchar el aullido del viento en lo alto. El cielo era de un gris profundo, las nubes girando y girando de un modo antinatural. No pudo contenerse de temblar, su menudo cuerpo con la piel pegada a sus huesos por la mala alimentación y sus agujereadas prendas no eran una gran protección.
El capitán ya había terminado de leer las acusaciones. Sentencia: muerte por degollamiento. Sucia, pero al menos rápida. Jojo no disfrutaba de pensar en tortura. La acusada estaba encadenada de pies y manos, su rostro ennegrecido tras tantos golpes, su mirada perdida seguramente a causa de alguna droga para mantenerla bajo control. Cuando se le preguntaron por sus últimas palabras, todos los presentes contuvieron el aliento temiendo lo peor.
Ella solo sonrió. Incluso con todo su ser roto, sus labios se curvaron con victoria. Miró a su público, se tomó su tiempo, como si estuviera buscando un rostro entre tantos. Había algo sobre esa bresha que logró helarle la sangre a Jojo. Si estaba siendo ejecutada, entonces era mala. Pero Tymmo decía que todos eran malos, mages, breshas, paryab, aristócratas y campesinos, ricos y pobres.
—Mis últimas palabras —repitió ella como si las estuviera considerando—. Que el viento sea testigo, que mi sangre derramada selle esta maldición, que el zorro de muchos rostros vengue mi condena o que su sueño se le escape para siempre hasta que lo haga.
Los presentes sofocaron un grito al oírla. Ella mantuvo su sonrisa intacta. El capitán ordenó que pusieran fin de una vez. La joven extraña junto a Jojo gritó, empujando personas a un lado y abriéndose camino hacia delante. Un hombre la interceptó y rodeó con sus brazos para detenerla antes que pudiera hacer algo. Ella pataleó cuando la levantó, él la arrastró lejos.
Un guardia se acercó por detrás a la condenada, gran cuchillo en mano, y cortó su cuello sin vacilación alguna. La sangre, tan roja como cualquier otra, se derramo por su frente como una cortina de agua. Sus sonrisa no cedió. Su cuerpo cayó al suelo.
Nada de eso importaba. Había pronunciado esas palabras. Había invocado al zorro de muchos rostros. Jojo notó que incluso ella estaba sosteniendo su respiración, esperando a que lo peor sucediera. Era una leyenda, y una realidad a la vez, un monstruo que renacía de generación en generación, y aunque habían pasado cosechas desde la última aparición de este, el miedo persistía.
Un fantasma, un asesino, un ser que nunca lucía igual dos veces y que fácilmente podría deslizarse detrás de ti para matarte. Jojo había sido demasiado pequeña para conocer la desconfianza y miedo que habían reinado entonces entre los habitantes de Belair. Muchos se habían refugiado en el rumor de que el zorro había muerto, o decidido que era tiempo de retirarse, pero si esa bresha acababa de mencionarlo…
Incluso un huérfano de la calle sabía cuándo era mejor huir.
Y si alguien quisiera mandarle el libro a algún fiel seguidor en privado quizá nadie lo sabría. 😅❣